En el último Laboratorio de reflexión: ¿En qué estoy?, ¿En qué estamos?, de este año, el joven fotógrafo Pablo Albarenga –uno de los tres invitados– mencionó que para los indios guarani-kaiowá de Brasil la siempre inminente extinción de la raza no presenta una amenaza porque cada indio que muere se vuelve una semilla en la tierra. Claro es que la amenaza está desde la colonización del país hace más de quinientos años y la dramática reducción de las poblaciones originarias; no obstante, lo que me pareció interesante de este concepto es la potencia del lenguaje en la construcción de sentido para toda una comunidad de personas en determinado momento de sus vidas. Si al volver a la tierra el cuerpo sacrificado deviene en grano de vida latente a la espera de los primeros rayos de sol para volver a irrumpir en fruto y flor, entonces la propia idea de la muerte deja de ser un reloj contra el cual se organiza el fugaz pasaje por la vida: las tareas, funciones, responsabilidades, deberes, períodos de ocio, alegrías y tristezas de una gente; en lugar del sádico e infeliz tic-tac-toc del reloj, que pese a su mecánica de funcionamiento circular atiende a una concepción de tiempo absolutamente lineal (occidental y hoy, más que nunca, post revolución industrial, capitalista, globalizada, corporativa, etcétera, todo lo que ya sabemos y no hacemos nada para cambiar), se aborda el día a día desde movimientos concéntricos que no comprenden la lógica de la sucesión secuencial impulsada por leyes de oferta y demanda. Las leyes de los habitantes de tierras cálidas acompañan los movimientos de un cosmos. Digo un cosmos porque al no saber exactamente cómo es el gran cosmos, pensar en el universo al alcance de la vivencia y lenguaje de cada persona/grupo permite la creación de sentido: de vida, y de muerte, como ciclos continuos y naturales en flujo constante.
Recuerdo El ensayo sobre el don, de Marcel Mauss (1925), acerca de los sistemas de intercambio en las sociedades arcaicas, en las que el gesto de obsequiarle algo a otra persona coloca al receptor en el lugar (honorable) de deudor. El receptor pasa a tener el privilegio de la retribución, y no una deuda contable pasible de intereses implacables.
Cuando un indígena resiste contra la toma fotográfica de su imagen se está posicionando frente a una invasión de privacidad y a un tipo de usurpación. En cambio, si el disparo que captura su imagen para la posteridad ocurre como resultado de un gesto de intercambio –de experiencias, de tiempo, de afectos, de algún bien–, entonces es posible que esa máquina deje de ser un cazafantasmas. Todo depende del potencial de regreso que pone en marcha determinada acción.
Entonces, si morir significa volver a nacer, dar y recibir deben formar parte del mismo movimiento de un cosmos. Estar en órbita. Implica una relación consustancial con todas las partes.
Hace semanas que regreso de cada encuentro con los distintos grupos de la plataforma MUFF-Barrios con un profundo sentimiento de agradecimiento por tener la oportunidad de contribuir a la construcción de un espacio utópico. Cada grupo comparte muchas características en común a la vez que se destacan por aspectos más específicos de la historia de cada barrio. En lo común en Peñarol, Cerro y Parque Rodó se ve y siente siempre la inspiración de los participantes, el compromiso sostenido durante más de cuatro meses, el crecimiento continuo del círculo afectivo, de los intercambios de ideas, sentimientos, experiencias, historias, las coincidencias que se descubren y comparten, las distintas maneras de percibir el entorno que salen a la luz desde la producción fotográfica y textual, los chistes, la dinámica sostenida a través de tres y a veces cuatro generaciones trabajando en un mismo grupo y respondiendo a los mismos ejercicios. Luego, los grupos que han creado en Facebook refuerzan la unidad que el grupo va construyendo, y a la vez que complementan los encuentros con documentos, fotos y textos adicionales, van creando un archivo del proceso de trabajo colectivo.
Hay dos artistas en el Cerro cuyas vidas se cruzaron desde el primer suspiro: nacieron en la misma casa en manos de la misma partera. A Roberto y a Eduardo los une una suerte de cordón umbilical que se ha transformado en metáfora recurrente: el grupo del Cerro encuentra líneas, cordones y cuerdas por todas partes, fuera y dentro de sus campos de visión. En Parque Rodó es posible que una rapsodia compuesta por varias voces y cantos se albergue entre dos cartas escritas por Celme en la década de 1980 haciendo alusión al Parque Rodó, una desde Montevideo en 1983 y otra desde Viena tres años después. Las cartas escritas a su amiga brasileña cuentan cómo para su hijo todos los parques del mundo son el Parque Rodó. En Peñarol, María Alicia, una maestra jubilada de setenta años que va a los encuentros en una bicicleta amarilla, llevó fotografías originales de sus antepasados componiendo un árbol genealógico visual muy completo de ambos lados (paterno y materno), ya que sus abuelos eran primos hermanos. Es fruto de cuatro generaciones radicadas en el barrio desde fines del siglo XIX. Todos maravillados, decidieron que la exposición final se deberá centrar en esa historia, de modo de ofrecerle al público el mensaje del cuidado de la historia familiar. El impulso viene del deseo de obsequiar al público con un “don”.
Siento que la plataforma Barrios se desliza por el sendero de la utopía, en el mejor de los sentidos. Utopía como plataforma sensible desde donde proyectar los deseos personales y colectivos, explorando el potencial constructivo que pueden tener los grupos de trabajo. En este caso, los une una herramienta que ofrecimos como punto de partida para un viaje conjunto: la fotografía al servicio de la investigación histórica, personal, la creación de espacios de encuentro, intercambios afectivos, procesos de conocimiento.
Lo que veo suceder en esos encuentros semanales representa gran parte de los valores que trabajamos para sostener en la sociedad. Cerrando los primeros borradores de las muestras que presentaremos en setiembre del año próximo en cada fotogalería, quedamos con la esperanza de que los grupos se sigan encontrando y que esta iniciativa comience a encontrar nuevos caminos, que crezca y contamine a toda la ciudad.