¿Cómo llega un objeto preciado a ser un objeto perdido?
Existe un hiato insalvable entre el momento de su pérdida y el de su hallazgo. Insalvable para
nosotros, que vamos a su encuentro. La imagen perdida/encontrada es como una botella tirada al
mar con un mensaje. El mensaje como tal, sin embargo, no existe hasta que alguien lo encuentre.
Se abre desde su extravío un intervalo temporal que puede no acabar. Como una versión del gato
de Schrödinger, la imagen está viva y no lo está. Su mensaje llega/no llega, y va acumulando
sobre sí todo ese tiempo contenido: la imagen perdida es una espera.
Su presencia comporta entonces una suerte de halo de ausencia activa. Toda esa incógnita, esa
espera, ese aliento contenido de decir.
Pero, ¿decir, qué?
El objeto imagen perdidaencontrada nos enfrenta a su agujero de sentido. Podremos iniciar un
trabajo de investigación de archivo, intentar encontrar en ella una verdad de estilo Kantiano, de
correspondencia con una historia, o dar curso a una ficción. Activar la fabulación creadora, buscar
efectos de verdad desde la invención. De un modo un otro, la aparente falta de sentido nos
empuja hacia adelante, a tomar el mensaje incomprensible de la botella como un mandato, a
encontrar el hogar de este niño perdido que ha llegado a nuestras manos.
¿Cuál será la “verdad” de la imagen?
¿Cómo llega un objeto preciado a ser un objeto perdido?
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