Paisaje y monumento

“Mi objetivo en las páginas que siguen ha sido más bien describir el resto:
lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia:
lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes.”
Georges Perec, Tentativa de agotar un lugar parisino.

Un monumento es tal por varias razones: el tamaño que lo separa del entorno. Ubicación como punto notable de la trama urbana. El reconocimiento social como elemento singular.
Para que exista reconocimiento debe haber un acuerdo colectivo por lo que se impone desde
fuera de las historias personales y habla de un lenguaje institucional.
El monumento memora, intenta prolongar un hecho, el tiempo acciona sobre él cargándolo de
contenidos diferentes a los iniciales, lleva en sí la ausencia del presente. Intenta trasladar el
pasado al presente por lo que juega con el tiempo sobre el espacio-paisaje.
Las historias mínimas, con escasa o nula expansión hacia el conjunto social, son significantes
para quien las vive. El paisaje se mezcla con las vivencias personales, encuentra lugares, los
resignifica, ve y asocia, rompe límites, cruza fronteras. Descubre sus propias reglas
perceptivas. Arma nuevos viajes. Se establece una relación entre la existencia “objetiva” y su
percepción.
Los recuerdos, generan imágenes. Síntesis sin jerarquías, a veces confusas, fusionadas entre
si y alejadas de la objetividad.
La memoria crea su propio tiempo no secuencial, un recorrido por objetos deformados y
fragmentados.
El monumento es el paisaje.

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