La poesía está en el trayecto
El segundo encuentro vivencial de Caminos Conjuntos en octubre (hace poco más de un mes) fue tan sino más intenso que el primero, realizado en mayo de este año. La diferencia es que de esta vez ya nos conocíamos, ya habíamos pasado cinco meses intercambiando ideas y bocetos de proyectos por mail y google groups y drives, los participantes de cada uno de los cuatro grupos ya habían tenido la oportunidad de realizar sus tutoriales uno a uno vía Skype con sus respectivos inductores, y se tenía una idea más concreta de los objetos tangibles que se esperaban, o que se debían concluir al cierre de la semana. La agenda que preparamos para todos dejaba pocas horas libres, con excepción de algunos periodos matutinos. Inauguramos la semana de trabajo el lunes 3 de octubre con una charla general en el Espacio Serratosa. Y el martes a las 9 de la mañana arrancábamos en dos vehículos largos para visitar todos los espacios expositivos del CdF: las Fotogalerías del Prado, Parque Rodó, Ciudad Vieja y Peñarol, y la Sede. No hacía demasiado frío, y pese al subibaja de cada estación, la idea de hacer un recorrido por todos los espacios disponibles fue fructífera: los artistas, fotógrafos e investigadores que participan de esta plataforma de MUFF pudieron visualizar de manera más clara el desdoblamiento de sus proyectos en base a esta experiencia. El desafío de una muestra está en el diálogo de la obra con el espacio, y cuanto antes los artistas conocieran sus contextos físicos, arquitectónicos, sociales, geográficos, culturales, mejor para todos. Y así fue. No sé cuánto absorbieron del trayecto, cuántos vieron el Classic Studebaker turquesa flotando tranquila y cómodamente por la calle adoquinada rumbo a la plaza central de Peñarol, cuántos percibieron la desaceleración instantánea del tiempo, la sensación de haber salido “de la ciudad” sin haber extrapolado sus fronteras. A cada parada, sumábamos nuevas ideas que se iban acumulando a partir del contexto de la fotogalería anterior, y así sucesivamente, hasta llegar al Parque Rodó, nuestro último destino, y donde la mayoría se acostó sobre el césped para descansar el cuerpo y permitirse un estudio más contemplativo del espacio.
El trayecto de esta semana no estuvo presente apenas en las instancias de desplazamiento físico; de un grupo de estudios a otro, de una entrevista con un inductor a otro, escucharse hablar en las entrevistas con Magdalena Gutiérrez para MUFF TV, fotografiar elementos imprevistos de la casa, del almuerzo, de los garabatos del compañero, criticarle el proyecto al otro, bancarse la crítica cuando llega su turno, encontrar las palabras apropiadas para entender por qué algo está claramente mal en un trabajo, sin encontrarlas. Repensar los perjuicios, desconstruir por el placer de explorar vías desconocidas, enojarse, controlar el enojo, transformarlo en un intercambio enriquecedor. Salir enriquecido. Sentirse hasta iluminado, un poco, por unos instantes, y observar como algo de eso puede decantarse en una obra. Cuestionarse el hacer creativo, desconstruir la noción de obra. Obrar, y ¿hacia qué, para qué, para quien?
Cuando se transitan todos estos procesos juntos, con mayores y menores niveles de conciencia de los distintos mundos – interiores y exteriores – se multiplican las potencialidades y se enriquecen los procesos creativos. El grupo (se) potencia. Caminos Conjuntos generó un espacio donde la exploración individual y la colectiva ambas tienen espacios que potencian las posibilidades de cada cual, dependiendo de lo que se elige o siente a cada momento.
A contrarreloj
Hace poco más de un mes, estábamos trabajando en el Espacio Serratosa con los cinco inductores de Caminos Conjuntos y con los treinta y ocho participantes, corriendo a contrarreloj para llegar al evento de cierre de una intensa semana de trabajo con las presentaciones finalizadas. Hilvanando o en muchos casos deshilachando instructivos distorsionados por el teléfono descompuesto, todos terminamos aceptando las condiciones del juego que nos indicaban a todos allí presente, expuestos y comprometidos, que no había manera de controlar las reglas del juego cuando se había terminado el tiempo para conocer el resultado final del teléfono descompuesto. Es decir: ¿qué había entendido el último receptor del mensaje originalmente enviado cincuenta personas antes?
No nos quedaba otra que apostar en la confianza. Confiamos en que cada uno había entendido algo que sería relevante para la consigna de completar la semana de trabajo con una síntesis de lo que cada grupo había desarrollado, problematizado, reflexionado, intercambiado, avanzado, retrocedido, etcétera. No importaba más si entendían que debían editar un video o una presentación compuesta de hasta doce imágenes o que debían hablar dos participantes de cada grupo o solamente el inductor, si debían hacer una performance o contar mentiras provocadoras. Si tenían cinco minutos o habían decidido entender que en realidad cada grupo contaba con quince minutos de presentación, ya que eso les podría convenir mejor a sus necesidades.
El teléfono se había descompuesto de tal manera que el evento final fluyó prácticamente sin esfuerzo; no podría haber salido tan bien si las instrucciones hubieran sido más claras y premeditadas. Me di cuenta de un factor importantísimo: la confianza. No era necesario “spoon-feed” a 45 adultos, bastaba con tirarles dos o tres premisas: la fecha, el horario, tiempo de duración aproximado, y el resto cada grupo lo definía como quisiera, de la manera que mejor se adecuara a sus necesidades y sensibilidades.
Luego vino la fiesta, como en el primer encuentro en mayo, instancia que posibilita más intercambios a través de los distintos grupos de trabajo, momento en que todos pueden charlar sin el control del reloj y sin la presión de impresionar a los compañeros e inductores. Octubre fue otra semana que culminó en energía colectiva concentrada y eufórica. Caminos Conjuntos parece funcionar, están todos aprendiendo, mucho: participantes, inductores, organizadores. A cada día (re)construíamos, (re)planificábamos, en función del anterior. Una planificación estructurada pero orgánica, abierta, justamente, a la consigna que nos propusimos con MUFF desde el inicio, que los procesos de trabajo fueran el eje funcional del festival. Los procesos traen cambios, y para vivenciarlos hay que mantenerse flexibles y despiertos.
Nos sorprendió lo avanzados que se encontraban la mayoría de los proyectos o las propuestas expositivas. Planificamos llegar a diciembre de este año con las propuestas finales (a nivel conceptual), y a marzo de 2017 con los proyectos técnica y formalmente definidos, diseñados y presupuestados. En el ínterin, desde curaduría estamos trabajando en la segunda etapa de Caminos Conjuntos: la muestra colectiva.
La muestra
Prevista para inaugurar el domingo 26 de noviembre del año próximo, la muestra colectiva de Caminos Conjuntos implica una segunda etapa de los procesos de trabajo de esta plataforma de MUFF. Si la primera etapa se concentró en los grupos de trabajo, las cuatro líneas de investigación y sus procesos creativos bajo la coordinación de Fredi Casco, Rosângela Rennó, Maurício Lissovsky y Pio Figueiroa, la segunda etapa abarca la totalidad de la plataforma sin distinciones entre una linea y otra. Parecíamos estar todos de acuerdo en que no tenía sentido organizar los trabajos en cuatro grupos / cuatro espacios / cuatro submuestras colectivas dentro de una gran colectiva; buscaríamos el camino menos ilustrativo y más difícil quizás: permitir que las propias obras nos indiquen los senderos varios que iremos a encontrar en esta gran muestra, que incluirá los tres pisos expositivos de la sede del CdF, además de dos fotogalerías, intervenciones en distintos espacios públicos, acciones en la calle e “inserciones” en otros museos. Nuevamente: la confianza. Confío en que los trabajos de 38 personas de toda Latinoamérica tendrán muchas cuestiones en común, muchos puntos de indagación que se cruzan y complementan, eso quedó claro en la fluidez y apertura constante que hubo en el grupo a lo largo de estos últimos seis meses de trabajo conjunto. Como curadora, me entusiasma trabajar de esta manera: a través de la producción artística identificar los argumentos, problemas, sensibilidades a las que apuntan las obras y otras proposiciones, dialogar con ellas y con sus autores, hilvanar sinfonías posibles para que vuelvan parcialmente deshilachadas, para volver a hilvanarlas, creando otras sinfonías posibles.
Acompañando los procesos de trabajo de los participantes de MUFF, vamos revisitando y reconstruyendo los procesos propios. En ese sentido, no habría lógica alguna en la aplicación de una determinada metodología curatorial que no fuese reflejar la naturaleza del recorrido de las propias obras; es decir, la naturaleza de este festival. Así es que me entusiasmo con la oportunidad de descubrir nuevos abordajes curatoriales, incluso nuevos entendimientos acerca de la práctica curatorial, desde el seguimiento del proceso de creación de los elementos que la guiarán. Así mantenemos en movimiento los caminos conjuntos.
Fotosondas
Con el objetivo de invitar a todo el público interesado en MUFF a acompañar un poco de la segunda etapa de la plataforma Caminos Conjuntos, desarrollamos un nuevo espacio en la página del festival al cual denominamos Fotosondas. El nombre es fruto de una entretenida sesión de tormenta de ideas con los cuatro inductores y Luis Camnitzer, inductor pedagógico en los primeros días del segundo encuentro realizado en octubre pasado. Pasamos por nombres como Fotoensayos, Pocket shows, Fotomuestras, entre otros, hasta llegar a Fotosondas. Este espacio tiene más de un objetivo: por un lado, ir compartiendo con el público distintas facetas del proceso creativo de todos los participantes de Caminos Conjuntos. Por otro, estimular a los propios participantes en el ejercicio de lectura, relectura y síntesis de sus propios trabajos. A su vez, todo esto va generando un archivo de imágenes, ideas, pensamientos, problemas que ocupan la doble función de estímulo a la creación y su registro. De esta manera, proponemos flexibilizar la rigidez que habitualmente se le atribuye a la noción de registro, como algo finito, acabado, incambiable, materializado con el fin de ser guardado. Aquí el registro está vivo y conduce al documento y a su transformación subsiguiente.
Este tercer A Bordo tardó en salir del horno, quedó atrapado en un mes de intensidad implacable. Queda entonces aquí mis más sinceras disculpas y la promesa de la secuencia menos intermitente de los próximos A Bordo, que contarán sobre las plataformas de Barrios y Mirada Interna.